EL
ENSUEÑO DEL PECADO ORIGINAL
A veces da la sensación de
subsistir aún ampliamente, la instrucción que se nos dio a los más, sobre la
transmisión universal del pecado original. Esa, que es usada como razonamiento
de llegada, cuando sólo lo es de salida. Quiero decir que ella no prueba la
existencia del pecado; sino que trata de explicar su transmisión, “tras haber
supuesto que él se dio”.
“Supuesto”, porque carece por
completo de base. Lo desvelan los hallazgos de los científicos, de los
arqueólogos de las culturas y de los especialistas bíblicos, incluso católicos.
Los primeros ponen al descubierto la imposibilidad de que las cosas sucedieran
tal cual literalmente las narra la Biblia. Los demás destapan el trasfondo
legendario de los relatos del Génesis. Unos y otros fuerzan a tenerlos a éstos
por narraciones alegóricas. En particular a los de sus once capítulos primeros.
Serán pocos ―si es que aún queda
alguno― los que todavía cometan la irracionabilidad de juzgar válidas las
inferencias probadas de la ciencia, sólo cuando no afectan a la Biblia. Lo probado
válido en sí, lo es para todo. Incluso para lo que se supone ser palabra de
Dios. El ser real de las cosas, su realidad natural, es obvio que no puede
estar en contradicción con ella. Salvo que las cosas no fueran tan de Dios,
como su palabra.
Es igual de irracional calificar de
mitos, sólo cuando no tocan a la Biblia, las narraciones que relatan, sin
garantía de prueba, episodios o experiencias insólitas, fantásticas,
intimistas. ¿Se reconocerá algún día abiertamente que eso es lo que sucede con
los primeros relatos del Génesis?
A favor de su historicidad no hay
más pruebas, si así se las puede llamar, que leyendas míticas prebíblicas, cuya
antigüedad supera a la de la Biblia, como mínimo, en más de un milenio la más
próxima. Su contenido, y hasta detalles, están recogidos en dichos relatos con
palpable coincidencia. Tanto que se enhebran como hilos de su propio tejido.
No me detendré a pormenorizarlo,
por lo fácil que es hoy enterarse y cerciorarse de las cosas a través de
internet. Muchas veces, por cierto, antes y más expeditivamente que por los
documentos oficiales. Que la dinámica de ralentización parece haber sustituido
a la ocultación de lo “discordante”, que de hecho tenía el “Índice de Libros
Prohibidos”.
La ralentización, dicho sea de paso,
evita rectificaciones que, a bote pronto, resultarían estridentes hasta el
riesgo de “cismas”. También da tiempo a encontrar la forma de presentar lo
inicialmente rechazado, sin reconocer expresamente el error de haberlo
rechazado; sino como benévola concesión “dadas las circunstancias” y “los
signos de los tiempos”… Por ejemplo, la cremación de cadáveres, que fue
merecedora por siglos de gravísimas sanciones, recogidas en los cc. 1203,2 y
1240,1.5° del antiguo ClC, en línea con «una larga tradición».
Seguiré pues adelante, aunque en
estas materias rechacen recurrir a internet, los afectados por el complejo de
“gorrión poyuelo”, tan ampliamente padecido al parecer.
Llamo tal al de creerse incapaz de
volar por sí mismo y así buscarse el alimento solo, de suerte que uno se siente
atenazado a quedarse “al abrigo del nido”, a esperar que sus “papás gorriones”
se lo traigan “reblandecido” en sus buches, para regurgitárselo con fruición en
el “pico”. A éstos los dejo de lado, aun a riesgo de recibir de alguno de ellos
reprimenda, puede que hasta abroncada. O incluso insultante y procaz. Pues no
falta entre ellos quien calumnie a “sus papás”, piando sin parar desde su nido
“oculto”, que tiene acíbar y excremento el alimento que ellos les regurgitan en
su “pico”.
Tras esta digresión vuelvo al guión
de esta nota.
Aunque desde el principio se nos
haya “adoctrinado” todo lo contrario, sin que hasta fecha reciente se nos
hablara ni de fisuras; aunque ello se nos haya entregado por siglos, como dato
incluido en la “Tradición”, y ésta haya sido indiscriminadamente definida
fuente de la Revelación; aunque también lo haya sostenido el “magisterio
institucional” y éste haya sido dogmáticamente afirmado infalible, no se puede
sin embargo aceptar en modo alguno, ni siquiera en parte, la historicidad de la
faz narrativa de dichos relatos.
Lo impiden, como digo, sus crasas
falsedades e inexactitudes varias, y su antiquísimo substrato literario, cuyas
fantasías puede que a alguno hasta le recuerden las de “Las Mil y Una Noches”.
Entiendo del todo imposible afirmar palabra de Dios lo evidenciado falso, y lo
que se demuestra ser conglomerado casi, de reconocidos mitos antiquísimos, muy
anteriores a la Biblia.
Para aceptar esos relatos como
expresión del mensaje salvador de Dios, según pide fundada y razonablemente
nuestra fe, no hay otra posibilidad que la de tenerlos, en la integridad
individual de cada uno, por alegorías catequéticas. Sólo es posible en razón de
su contenido intencional. Éste habrá de ser escarbado y expuesto siempre con
leal honestidad, aunque a veces pudiera faltar el tino. Sin afirmar historia lo
que es mito. Sin pretender la amalgama de ambos espacios.
La verdad de esos relatos queda
entonces ceñida al mensaje que quieren divulgar. Parecido a lo que sucede con
las parábolas. Sólo que de la casi totalidad de éstas consta expresamente tener
sentido figurado y, de las más, cuál sea éste. Aquí, sin embargo, es necesario
escrutarlo siempre.
Los errores científicos que
contienen, sus detalles pintorescos y el origen pagano y mitológico de su
tejido literario, no pasan de simple vestimenta o adorno del mensaje divino. En
cuanto incardinado en la mentalidad primitiva de su autor o autores materiales,
y en sus técnicas de expresión literaria. Semejante a lo observable en la
mayoría de las representaciones pictóricas de sucesos, personajes o misterios
de fe. Es habitual que se expresen con pinceladas ajenas a ellos mismos o a su
marco histórico. Son huella de la cultura en que se plasmaron. O de la
inventiva peculiar de cada pintor, también condicionado por su época.
Siendo así las cosas, la lógica más
elemental obliga a tener a Adán y a Eva por personajes de una mera ficción
literaria, como lo es toda alegoría. ¡Imposible entonces que sus actos
repercutan y tengan efectos reales en las personas vivas! La alegoría, aunque
sea vehículo de una enseñanza religiosa o de una verdad de fe, y aunque recoja
parabólicamente la realidad, no es la realidad misma; ni influye mágicamente en
ella; sino que sólo la retrata simbólicamente.
La condición alegórica del
Adán bíblico es por ello, el motivo más radical para afirmar que todos somos
concebidos en apertura inicial a la Vida y a la confiada amistad con Dios. De
lo contrario, él no sería alegoría acertada ni símbolo veraz del hombre. Si
éste naciera ya de entrada en estado de enemistad con Dios por exigencia
hereditaria, o cualquier otro motivo, ni se podría entender cómo un acto
alegórico puede tener secuelas en la realidad, ni sucedería en nosotros como la
alegoría dice que sucedió en él.
Ella lo presenta poseedor de la
apertura a la amistad con el Creador, desde el instante inicial de su
modelación, hasta el momento en que él mismo pecó. Es el significado metafórico
de la escena del Creador yendo, a la hora de la brisa, a pasear por el jardín
que le había dado por morada al hombre; sin que éste se viera «desnudo» ante Él
hasta después de violar el precepto divino. Ni tampoco tratara de esconderse
entre los árboles al oír sus pasos, por miedo a encontrarse así con Él”.
Dicha
apertura, por tanto, ha de recibirla todo hombre al ser concebido, igual que
recibe la condición humana y todo lo que ésta conlleva. Sin que por ello pierda
su carácter de don gratuito del amor de Dios, como no lo pierde el propio
existir.
Éste, como es sabido, todos lo
recibimos gratuitamente de Dios, aunque medien la procreación parental y un
proceso evolutivo previo de millones de años. Todo hombre es creado por
especial acción divina. La alegóricamente significada al afirmar a Adán, no
sólo obra de la voluntad y palabra del Creador, como el resto de los seres;
sino, además, de una intervención suya particularmente diseñada, deliberada y
directa.
Es lo expresado simbólicamente con
el contexto propio y único en que se presenta la creación del hombre: lo de
«Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra»; lo de
“moldearle directamente Él mismo del barro”; y lo de ser Él quien “insufla
aliento de vida sólo al hombre”.
Dado todo lo anterior, tendría que
relegarse también al museo de la teología, la necesidad de bautizar a los niños
que aún no han alcanzado el uso de la libertad necesaria para poder decantarse
ellos mismos, de forma responsable, a favor del pecado o de su Padre del cielo.
Éstos niños permanecen de seguro, hasta que ellos mismos pequen, en el estado
inicial de amistad con el Creador, en que el hombre fue y es hecho.
Los padres podrían sublimar el gozo
profundo del nacimiento de un hijo, con la persuasión de tener en sus brazos
una imagen viva y limpia del Creador. Imagen recién moldeada, y horneada al
calor del inmenso cariño de Dios. Y del suyo propio, reflejo lejanísimo del
divino.
Podrían celebrarlo con la
comunidad, con sus parientes y amigos creyentes, y… ―lo diré evocando la
práctica de alguna zona de los Andes― “tomar gracia de él”, ¡de ése su hijito!
Puede que fuera un gesto más fértil que santiguarse después de tocar las
imágenes materiales de los santos, como hacen ellos; o después de tomar agua
bendita, como en general solíamos hacer nosotros.
Desde éste ángulo, por cierto,
resuena con eco más dilatado el aviso de Jesús: “Fuerza es que vengan
escándalos. Pero, ¡ay de aquél que indujere a pecado a uno de estos pequeñuelos
que creen en mí! «Andaos vosotros con cuidado»”. (Mt 18,6 y Lc 17,1-2). Esos
“vosotros”, no sobrará recalcarlo, eran sus propios discípulos.
(José María Rivas Conde)
EL
PECADO ORIGINAL (Fr. Alejandro Villalmonte OFMCap)
En 1853, ciertos teólogos anglicanos
protestaban porque a la reina de Inglaterra se le aplicase cloroformo para
aliviar los dolores del parto, pues implicaba una flagrante vulneración de la
disposición/castigo divino: parirás los hijos con dolor (Gn 3,16). A principios
del siglo XIX se iba haciendo común la vacuna contra la viruela, con indudable
eficacia. El papa León XII se creyó en la obligación apremiante de hacer esta
solemnísima advertencia pastoral: "Quien acude a esta vacuna deja de ser
hijo de Dios... la viruela es un juicio de Dios... la vacunación es un desafío
dirigido al cielo". Algunos pastores anglicanos decían que el cloroformo
aplicado como remedio terapéutico a los varones sí era lícito, pues Dios lo
había aplicado al primer varón para sacarle la acostilla de la que formó a Eva.
Pero no era lícito aplicarlo a las mujeres en el caso del parto.
«El Catolicismo ve la desigualdad de clases,
deplora las aflicciones de la pobreza; pero para repararlo no lo atribuye a la
imperfección o mala organización de la sociedad, sino a la imperfección de los
hombres que componen la sociedad. El catolicismo enseña que el hombre fue
creado por Dios en estado dichoso, del cual cayó por una primera desobediencia
(el pecado original). Desde entonces, lo que hubiera sido para todos un paraíso
terrestre ha venido a convertirse en un valle de lágrimas; los que hubiéramos
debido ser, sin trabajo alguno, señores de todo, somos ahora esclavos de mil
necesidades y hemos de redimirnos en lo posible de la esclavitud con nuestros
esfuerzos, con nuestros sudores. Desde entonces la tierra no nos brinda
espontáneamente sus frutos, sino que hemos de arrancárselos a viva fuerza con
nuestro ingenio o nuestro trabajo. Y el ingenio y el trabajo no pueden ser
iguales entre los hombres... Frente a las sangrantes desigualdades entre ricos
y pobres, el catolicismo recuerda que sólo Dios es dueño de todo; recuerda la
fugacidad de esta vida y la felicidad eterna, "predica al rico mucha
moderación y mucha caridad y al pobre mucha resignación y mucha
paciencia"».
EL siglo XIX: tradicionalismo,
conservadurismo, integrismo, fundamentalismo religioso, teológico, filosófico,
político y cultural en general. Todos estos fenómenos circulaban inseparables
en aquella época, y configuran la mentalidad de grupos influyentes dentro del
catolicismo del siglo XIX. Sin dar nombres citaremos algunas de sus
descabelladas ideas:
La guerra es divina: La razón superficial
y el sentido común ven en la guerra una insensatez total, y con razón. Sin
embargo, hay en ella algo indescriptible, imponderable, misteriosos motivos por
los que la guerra merece el calificativo de divina. "La guerra es, pues,
casi divina en sí misma, puesto que es una ley del mundo". Nada hay en
este mundo que dependa más inmediatamente de Dios que la guerra... A Él
pertenece llamarse "Dios de la guerra". No sin gran razón brilla el
título de "Dios de los ejércitos" en todas las páginas de la
Escritura. Jamás el cristianismo, si lo miráis de cerca, os parecerá más sublime, más digno de Dios, y
más propio para el hombre que en la guerra. Todas las naciones del universo han
visto en la guerra alguna cosa más particularmente divina que en las otras. Es
un instrumento divino para castigar a la humanidad llena de crímenes derivados
del PO.
El verdugo, ministro de la justicia de
Dios: Ejecutor misterioso, sublime, de la justicia divina en el "hombre
caído". Él es objeto de un decreto particular, "el Fiat (hágase) del
poder creador". Toda esta glorificación la merece el verdugo por ser
instrumento de Dios para castigar a los hombres corrompidos por el PO.
Los sacrificios sangrientos: La historia
nos muestra al hombre persuadido en todos los tiempos de esta verdad espantosa:
que vivía bajo la mano de un poder irritado, que no podía ser apaciguado más
que por sacrificios. La idea del pecado y del sacrificio por el pecado estaban
unidas en entendimiento de la antigüedad y en la lengua sagrada. Y, puesto que
el pecado está en la carne y en la sangre, desde allí ha de surgir la
inevitable satisfacción. No se engañaba el paganismo cuando hablaba de la
redención por la sangre. El misterio se descifra en el cristianismo cuando
habla de la redención obrada por la sangre de Cristo en la cruz. La sangre
teándrica penetra las almas culpables para borrarles las culpas.
La ley de la reversibilidad/solidaridad:
El bien y el mal que cada uno hacemos revierte sobre toda la raza humana a la
que pertenecemos.
Mito y teología de la pena: La pena sigue
inseparable a la culpa. Todo dolor es
algún suplicio impuesto por algún crimen, actual u original. No hay distinción
entre "inocentes" y "malvados". El niño padece del mismo
modo que muere, porque es de una masa o materia que debe padecer y morir, por
haberse degradado en su principio. Todo crimen está pidiendo, suplicando
castigo.
El
Papa: recibe de Dios todos los poderes y es "el Demiurgo de la
civilización"
El
Rey absoluto: mediante el Pontífice Romano recibe de Dios su autoridad y poder
excelso de castigar.
GLORIFICACIÓN DEL PECADO
ORIGINAL EN EL CRISTIANISMO OCCIDENTAL
Pascal.- Ninguna religión, excepto la
nuestra, ha enseñado que el hombre nace en pecado; ninguna secta de filósofos
lo ha dicho; ninguna, por lo tanto, ha dicho la verdad.
La
repulsa del islamismo a la doctrina cristiana del PO es firme, tajante,
enfática, y lleva ventaja (en esto) sobre el cristianismo, obsesionado por el
PO y por el tropel de pecados que le acompaña, como al viajero su sombra. Según
el islam "todo hijo de hombre nace puro".
Julián
de Eclana, con notable realismo y sensatez, advertía que, según la Escritura,
el pecado de Caín, de Sodoma y Gomorra, el de los idólatras israelitas son
(para la Biblia) mucho mayor pecado que el de Adán. Y añadía, non notable
mordacidad: "más grave que el pecado de Adán es el pecado de Agustín al
defender la doctrina del PO".
Himno de la Vigilia Pascual occidental
"Exultet": "¡feliz culpa, que mereció tal Redentor!".
Isaac de Nínive (ca. 640-700). Considerando
al economía de los misterios y de la cruz en que murió el Hijo de Dios dice:
"No debemos pensar que hubo otro motivo sino el dar conocimiento al mundo
del amor que le tiene, a fin de que el mundo sea cautivado por su amor, y se
manifestase así, por la muerte del Hijo de Dios, la máxima fuerza del reino,
que es el amor. En modo alguno ocurrió la muerte de nuestro Dios para
redimirnos de nuestros pecados, ni por otro motivo, sino tan sólo para que el
mundo experimentase el amor que Dios tiene a la creación. La remisión de los
pecados podría haberla hecho de otros modos. Pero se sometió a la cruz, aunque
no era necesario, lo cual se comprende cuando oímos de su boca, "tanto amó
Dios al mundo que le dio a su Unigénito Hijo"... Y, ¿no nos avergüenza el
despojar de esta idea al misterio de la economía del Señor, y a la muerte de
Cristo y a su venida al mundo le atribuyamos la razón de ser para la redención
de nuestros pecados? En ese caso, si no fuésemos pecadores, no habría venido el
Señor, ni hubiese muerto el Señor... Decir que el Verbo de Dios asumió nuestro
cuerpo por los pecados del mundo, es ver tan sólo lo exterior de la Escritura.
Con ello se privaría a los hombres y a los ángeles de grandes bienes. Y ¿por
qué vituperar el pecado que nos trajo tantos bienes?... Cuales son la pasión y
muerte del Señor para librarnos de la condenación... Todas estas maravillas
habría que atribuirlas al pecado, pues, de no estar sujetos a su esclavitud,
careceríamos de todas ellas... No es así. Lejos de nosotros el contemplar la
economía del Señor y los misterios tan eficaces para darnos confianza, como si
fuésemos niños. Sería quedarse en la superficie de las Escrituras que de ellos
nos hablan"
(Los que ponen al PO como motivo
primordial de la venida del Hijo de Dios son calificados por Isaac de Nínive de
lectores "superficiales, infantiles" de la Escritura).
La apologética de la
negatividad y el PO
Es conocida la denuncia de D. Bonhoeffer
hace de tantos apologistas, defensores y predicadores del Evangelio, que
quieren convencer al hombre moderno de la necesidad que tiene de Dios, de la
gracia desde la negatividad, sacando a relucir lo más innoble y bajo que hay en
el hombre. Es decir, desde el hecho de que el hombre es un ser caído,
degenerado por el PO, incapaz de gobernarse a sí mismo, de crear valores
culturales sanos, de promover el progreso de la humanidad sin la ayuda gratuita
y sobreveniente de Dios, administrada por medio del cristianismo, de la
Iglesia, del Papado.
J.V.
Bonet habla de la "Teología del gusano", que consiste en querer
convencer al oyente del Mensaje de que es un ser enfermo radical, tarado, que
dispone únicamente de una naturaleza viciada, corrompida, agusanada, carente de
medios para desarrollar sus propias potencialidades. Por eso necesita de Cristo
y su gracia. Aquí tiene una importancia primera la tesis del PO. Esta tesis
justifica la afirmación de que la naturaleza está viciada, enferma, y por ello,
lo que más necesita es un médico. Cierto es que, estos apologistas del
cristianismo, después de inculcarle al hombre su condición de pecador congénito
y profundo, le anuncian que Dios lo eleva a ser "partícipe de la
naturaleza divina". Pero, se puede preguntar si, para elevar al hombre a
los confines de la vida divina, era indispensable hacerle pasar antes por las
ciénagas del PO y de toda la miseria y degeneración que este pecado dicen que
produce y que el obispo de Hipona y sus seguidores se complacen en airear.
Sin embargo, existe y merece cultivarse la
apologética de la positividad, la que parte de lo bueno, sano y más noble que
hay en el hombre para, desde allí, decirle que necesita de Cristo para llevar a
su última perfección, desarrollar los gérmenes de grandeza que tiene ya dados
por el Creador. Como ejemplo de esta apologética, defensa y oferta desde la
positividad habría que señalar la teoría de los Padres Alejandrinos, sobre las
"semillas del Logos", que éste habría sembrado en la
filosofía/cultura pagana como disposición para su aparición personal en la
historia: la cultura/filosofía como preparación para el Evangelio. Es difícil
que esta valoración positiva de la cultura pagana, pudiese germinar en hombres
convencidos de la teoría del PO. Efectivamente, estos Padres orientales
desconocía la teoría occidental del PO. Los defensores de la teoría de las
"semillas del Logos" en la cultura pagana, podrían apoyarse con
facilidad en la actitud que Pablo descubre en su discurso en el Aerópago:
"Vengo a hablaros con claridad, del Dios que ya vosotros buscabais a
tientas" (Hch 17,22-31).
En esta línea de "apologética de la
positividad" están Tomás de Aquino y Duns Escoto. En aquellos años, un
tipo de humanismo secularizante extremo, el averroísmo latino, hablaba de la
suficiencia plena de la filosofía (aristotélica, en el caso) para llevar al
hombre a la perfección última posible para el ser humano. Para mostrarles a
estos filósofos la necesidad de la revelación, no recurren a decirles que su
mente está viciada, corrompida por el PO, y que, por tanto, no podrán razonar
correctamente en el campo de los valores y verdades naturales. Sería cultivar
la apologética de la negatividad/del gusano. Recurren a desvelar aquello que
hay de más noble en el hombre: su capacidad para recibir al Infinito. Verdad
esta que, sobre todo Duns Escoto, quieren hacérsela comprender a los filósofos.
En efecto, la mente humana, según pueden ellos saber, tiene capacidad positiva
para captar el ser como ser. Lo cual es signo de que puede recibir la noticia
del Ser Infinito: capax entis, capax Dei. En lenguaje teológico, significa que
el hombre tiene un destino, ordenación "deseo natural" de ver a Dios.
Pero que, por ser tal visión un bien que excede en absoluto las posibilidades
connaturales del hombre (es sobrenatural), necesita, además de una inteligencia
sana, un nuevo poder y auxilio: la gracia de Dios. Por eso, antes e
independientemente de que el ser finito llegue a pecar y aunque, por hipótesis,
no llegase (que sí llegará a pecar), se encuentra ya, con anterioridad, en
absoluta necesidad de la gracia. Si ha de conseguir la última perfección de su
ser, de aquella nobleza, dignidad y posibilidades con que Dios le dotó al
nacer. Por tanto, es innoble y falso decirle que necesita de Dios, en última instancia
por motivo de la oquedad/vacío que en él ha dejado el PO, que habría viciado,
degradado la naturaleza, imposibilitándola para cualquier acción buena, para
cualquier progreso sano, valioso. Lo noble y lo correcto es decirle al hombre
que necesita de Dios precisamente desde aquello que tiene de más positivo,
noble y generoso: su apertura a la trascendencia, a la perfección, al progreso
ilimitado, al desarrollo de las posibilidades naturales que posee por haber
sido creado a imagen de Dios. Esto, en el lenguaje teológico, se expresa
diciendo que el hombre necesita de la Gracia (de la revelación) para conocer y
realizar el fin último de su vida, aquel para el que Dios lo ha creado. Por ser
el hombre una "forma beatificable", dice en su lenguaje escolástico
san Buenaventura.
Hay en todo este razonar una aplicación
del famoso y tradicional principio: la gracia no destruye ni supone destruida
la naturaleza, la perfecciona. Es decir, la gracia no actúa porque la
naturaleza esté corrompida, sino que, incluso aunque sabe que el hombre entra
en la existencia sin vicio, sano y bueno, quiere hacerlo mejor, elevándolo y
deificándolo ya entonces mismo. En frase magnífica y certera de Juan de Eclana:
"Aquellos a quienes el Creador hizo buenos, el bautismo de Cristo los hace
mejores". En esta perspectiva no hubiera tenido cabida la objeción de
Nietzsche: que el Cristianismo tiene necesidad de hacer enfermo al hombre, para
poder proclamar ante él la necesidad del Salvador. Los defensores del PO así lo
han pensado, pero no es verdad. Imprudentemente le dieron a Nietzsche un
pretexto del todo gratuito para atacar al cristianismo.
1.- ¿CUÁL ES LA SITUACIÓN
TEOLOGAL DEL HOMBRE AL LLEGAR A LA EXISTENCIA?
Todo hombre, en el primer instante de su
ser, antes e independientemente de cualquier posible uso de su libertad
personal, es -ya- pecador ante Dios, situado fuera de su graciosa amistad,
sujeto de su ira (creencia increíble).
Pero, ¿cuál fue la pregunta que originó
semejante respuesta?... Porque lo que no tenemos que perder de vista es el
hecho de que hablar de pecado sin voluntariedad es como hablar de un
"hierro de madera", o de la "cuadratura del círculo".
Cuando Jesús anuncia la salvación (Mc
1,15) dice: "Ya ha llegado el reinado de Dios. Convertíos y creed a la
Buenanueva". El que acepte el mensaje y sea bautizado será sacado de su
vieja forma de vivir, transformado en nueva criatura, hombre nuevo, recreado en
santidad y justicia. Es obvio que esta urgente invitación sólo puede ser
dirigida al individuo humano adulto, ya maduro: ser consciente y libre,
persona, en el sentido más pleno de la
palabra.
San Agustín: -Le parecía imposible superar
el pelagianismo y el maniqueísmo, si no se admitía que todo ser humano entra en
la existencia en situación teologal de PO.
-En
dirección antimaniquea explicaba: la gran miseria que sufren los niños
ya al nacer, es incompatible con la justicia de Dios, si no se admite en ellos
el congénito PO.
-En dirección antipelagiana sostiene:
imposible salvaguardar la plena, universal eficacia de la redención de Cristo,
si no se afirma que los niños, al ser bautizados, son redimidos del PO, por la
virtud de la cruz de Cristo, también del PO.
-Pensó que la eclesiología cristiana (la
suya, al menos) sufriría un duro quebranto si los niños no entran en la Iglesia
por el rito bautismal que les limpia del PO contraído al entrar en la
existencia.
-Su experiencia de hombre, de pastor de
almas (Rom 7) le convence de que existe en el hombre histórico la dura
necesidad de pecar. Hecho inexplicable, si no se admite que tal necesidad está
ahí, como castigo divino por el PO, originante y originado.
2.- UN ADECUADO PUNTO DE
PARTIDA
Empezar desde Cristo: El misterio del
hombre sólo en el misterio del Verbo encarnado puede ser plenamente esclarecido
(GS 22).
La voluntad salvadora de Dios
sincera/operativa no implica el que, de hecho, todo hombre llegue a la vida eterna. La libertad humana
conserva la posibilidad real de decir no a la invitación divina y autoexcluirse
de la vida eterna. Pero es del todo inadmisible para nuestra fe católica el que
alguien, sin culpa personal, quede excluido de la Vida ni en el tiempo ni en la
eternidad.
3.- POSIBLES RESPUESTAS A
LA PREGUNTA SOBRE LA SITUACIÓN TEOLOGAL DEL HOMBRE AL ENTRAR EN AL EXISTENCIA
¡¡¡Todo ser humano al entrar en la vida se
encuentra ya contagiado con la mancha del PO!!!....
¿Cómo,
sobre un momento oscuro, marginal, impreciso de la historia religiosa de cada
hombre, han logrado los teólogos cristianos adquirir certezas tan elevadas, tan
cargadas de antecedentes, concomitantes y consecuencias -claramente
siniestras-, para el concepto y vivencia creyente de Dios, del Salvador, del
hombre imagen de Dios?
En temas de protología y escatología, los
teólogos -siguiendo el camino de los creadores de mitos-, han dado muestra de
excesiva imaginación, escasa sobriedad y de cierta pretenciosa sabihondez en
preguntas y respuestas.
Todo
hombre, al entrar en la existencia, se encuentra en situación teologal de
Gracia y amistad de Dios, incorporado ya a Cristo, Sacramento universal de
salvación: en estado "gracia original".
4.- ALGUNAS REFLEXIONES
SOBRE LA CLÁSICA DOCTRINA DEL PO
Catecismo de la Iglesia Católica (nº
386-524).- Todo hombre, al entrar en la existencia, antes de cualquier decisión
de su voluntad personal. Se encuentra-ya en situación teologal de pecado ante
Dios, como consecuencia del pecado cometido por los progenitores del género
humano. Este pecado es propio de cada
individuo humano, real y formalmente pecado, aunque en sentido analógico.
Implica que cada hombre nace en muerte espiritual, bajo la ira de Dios, en
muerte del alma, bajo la esclavitud de Satanás.
¿Cómo lo sabes?...
Responde
la escolástica.- Lo que creemos lo debemos a la autoridad, lo que entendemos a
la razón.
*El AT tiene un desconocimiento perfecto
de la figura del PO, tal como lo propone la tradición de la Iglesia Católica.
¿Cuáles son esas verdades del AT de las que, connaturalmente, los creyentes
posteriores habrían llegado a la idea del clásico PO? Las características de la
situación pecadora en la que el AT contempla de continuo a la humanidad podrían
sintetizarse en estas tres: universalidad, radicalidad, solidaridad. Veamos el
significado y alcance de cada calificativo.
A.- La universalidad de la situación
pecadora. "El Señor observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver
si hay alguno sensato que busque a Dios. Se corrompen cometiendo execraciones,
no hay quien obre el bien, no hay ni uno solo" (Sal 14,2-3; Rom 3,9-18).
La vehemente inculpación va dirigida al pueblo, a la comunidad. Tiene, pues,
una universalidad de suyo colectiva, generalizadora. Los profetas en éste y
otros textos similares no cultivan una casuística que se preocupase por la
situación de cada individuo humano ante Dios. Así, es posible que, dentro de
esta universalidad colectiva, haya individuos justos, agradables a Dios, como
Abel, Abraham, Job y otros. La propia severa mirada de Yhwh se enternece al
descubrir que viven en Nínive ciento veinte mil niños que no distinguen su mano
derecha de la izquierda, inocentes, por tanto (Jon 4,11). Amarga ironía de la
historia: los teólogos cristianos, durante siglos, encontraron en estos niños
una viscosa mancha de pecado, una "naturaleza congénitamente viciada"
que les excluía de la graciosa amistad del Padre celestial. Pero Yhwh, que
conoce la profundidad del ser humano, l es encontraba inocentes de culpa y
pena.
B.- En la universalidad se profundiza
cuando se habla de la radicalidad de la situación/condición pecadora de la raza
humana: los hombres son pecadores de raza: pueblo, raza pecadora. Como fueron
al principio así seguirán siendo; así se dice, explicando los excesos morales
de los prediluvianos y como buscando su raíz: el corazón del hombre se
pervierte desde su juventud (Gn 8,21). El Salmo 50 prolonga la observación y ve
la inclinación al mal en el mismo originarse del hombre en el seno materno. Si
bien Eclo 1,14 ve a la Sabiduría habitando en los fieles cuando inician la vida
en el vientre de su madre.
Pero la radicalidad aquí aludida expresa,
sobre todo, la imposibilidad absoluta de
superar, por sus esfuerzos humanos, la situación de pecado en la que ha
incurrido.
C.- La solidaridad de todos los miembros
en el pecado del patriarca de la tribu: Todos han pecado en y con Adán.
Concluimos esta rápida referencia al AT
recordando: a) la prioridad que tiene la llamada de Dios al hombre
(pueblo/humanidad) a su amistad/alianza/salvación; b) llamada que se realiza
sobre una humanidad en situación perenne de pecado; c) situación pecadora de la
que el hombre es incapaz de liberarse; d) la idea de solidaridad en tal
situación, a parte de los elementos culturales, epocales, que la crean y
sustentan, refuerza la idea teológica de la radicalidad e insuperabilidad del
pecado en tal situación. Aceptado, en actitud creyente, este mensaje que el AT
nos transmite sobre la situación teologal de la humanidad histórica,
preguntamos como teólogos: el AT, ¿nos ha dicho algo cierto sobre la realidad
del PO del que habla la tradición cristiana posterior? Evidentemente no.
*El NT desconoce del todo la doctrina
teológica (tradicional) sobre el PO. La proclamación íntegra del mensaje sobre
Cristo Salvador, la confesión y vivencia perfecta de este Mensaje para nada nos
exige la aceptación -siquiera sea colateral, subsidiaria, concomitante o consiguiente-
de la enseñanza sobre el PO. Más bien deberá pensarse en la oscuridad que,
sobre el Misterio de Cristo en su conjunto, proyecta semejante creencia.
¿Es
que, para salvaguardar la universalidad absoluta y la sobreabundancia de la
acción salvadora de Cristo -incluso para el recién nacido-, es necesario llegar
a decir que todo hombre entra en la existencia en situación teologal de PO?
Pablo llama pecadores exclusivamente a los
hombres adultos, capaces de oír/desoír en mensaje de conversión. No se preocupó,
en absoluto, de la situación teologal de los niños. La tradición cristiana
posterior metió a los niños en la zona de pecado, para salvar la universalidad
perfecta de la acción salvadora de Cristo. Esto no lo previó Pablo ni nadie en
la Iglesia primitiva. Es decir, del mensaje paulino sobre Cristo salvador se
dedujo: a) los niños, si han de ser salvados, necesitan de la gracia de Cristo;
b) por ende, los niños también tienen el pecado "original". Así que
la solidaridad tribal en el pecado que había superado incluso el AT por medio
de Ezequiel (y Jeremías: "los padres comieron agraces y los hijos
sufrieron la dentera") abriéndose a la idea de la responsabilidad,
exclusivamente personal en el asunto del pecado, el NT "por medio de sus "exégetas-agustinianos"
vuelve a imponerse... (¡retrocedamos, que por aquí hay futuro!).
Para
san Pablo, Adán nunca fue inocente... y con la "teología de Adán" se
lesiona la dignidad y primacía de Cristo al decir que entra en la historia como
sustituto de Adán, cabeza primordial d la humanidad. Sólo "de
ocasión" entra Jesús de Nazaret en nuestra historia para salvarnos.
Sucesor, aunque aventajado, del fracaso de Adán.
5.- NACIMIENTO Y
DESARROLLO DE LA FIGURA DEL PECADO ORIGINAL ENLA TRADICIÓN DOCTRINAL DE LA
CRISTIANDAD OCCIDENTAL
Se reconoce al obispo de Hipona -san
Agustín- como el punto crítico de inflexión de toda la historia del PO. Hasta
mediados del siglo IV, parece cierto que los escritores eclesiásticos
desconocen la doctrina del PO. Agustín echó mano de dos temas muy de moda en su
tiempo: la teología de Adán y la teoría de la mala inclinación.
La solemne teología de Adán, desglosada en
sus elementos primeros implicaba la historificación dura y densa de Adán;
haciendo de Adán un individuo de historicidad tan rigurosa como al de Pablo de
Tarso o Alejandro Magno: ¡Uno por todos, todos en uno! Adán había sido real.
La
mala inclinación, connatural, congénita en el corazón del hombre.
SAN AGUSTÍN
Todo, todo, todo, para salvaguardar la
eficacia de la Cruz de Cristo. ¡No vaciar de contenido la Cruz de Cristo!
Porque dice: no es posible salvaguardar la universalidad de la gracia de
Cristo, la eficacia de su Cruz, si no se afirma que todo hombre es concebido en
pecado original, heredero de una naturaleza corrupta y, por ende, necesitada de
Salvador. Que si fuese sana, íntegra, sin pecado, no necesitaría de la gracia
del Salvador en ese momento.
Sobre la base de esta bifronte y
correlativa verdad: miseria humana, Salvación de Dios, ofrece otras
argumentaciones colaterales, complementarias:
- Motivo de teodicea.- Sería una
intolerable injusticia por parte de Dios castigar a los niños con tanta miseria
si no fuesen culpables: son miserables, luego son culpables; sufren un castigo,
luego son pecadores (mito de la pena).
- Motivo eclesiológico.- fuera de la
iglesia no hay salvación; en la Iglesia se entra por el bautismo; el bautismo a
los niños se les administra para remisión de los pecados; luego los recién nacidos
tienen pecado. Y ¿qué otro pecado sino el PO?
Agustín trata de explicar todo esto
también mediante el recurso a la ancestral ley del talión -que le aplica al
mismo Dios- al llamado mito de la pena. Según la mentalidad primitiva existe
una correlación inexorable entre pena y culpa, sufrimiento y pecado. Era normal
en la época la pregunta que los discípulos hacían a Jesús: "Maestro,
¿quién pecó éste o sus padres, para que naciera ciego? (Jn 9,2). Jesús no
condesciende con el mito de la pena, pero Agustín sí condesciende.
Para Agustín la ley del talión rige
también para Dios en su comportamiento con los hombres que le han ofendido:
"Los niños son miserables porque son culpables. Tienen PO porque lloran al
nacer. Vemos el castigo, ¿por qué delito? Confesáis la pena la pena (miseria
infantil), decid la culpa; confesado el suplicio, confesad cómo lo han
merecido. Es claro que un Dios justo y santo no podría castigar tanta miseria
sobre los niños si éstos no fuesen culpables. Y ¿qué pecado podrán tener sino
el viejo, ancestral pecado?
Julián de Eclana no admitía que el
sufrimiento de los niños sea pena/castigo. Para él, los sufrimientos de los
infantes serían "normales" en desarrollo de la vida humana. No
admitía que si un bebé sufre es por ser pecador y, por lo tanto, justamente
castigado por Dios con tanta miseria
6.- LA AUTORIDAD DEL
CONCILIO DE TRENTO RESPECTO AL PECADO ORIGINAL
El hombre medieval se contempla a sí mismo
como "hombre caído": desterrados hijos de Eva, que caminan gimiendo y
llorando en este valle de lágrimas.
Trento mantiene la teología de Adán,
además, no ya como simple opinión teológica, una cuestión discutida era
mantenida como perteneciente a la fe. Y con tal seguridad e importancia que,
quien dijere lo contrario, quedaba excomulgado, fuera de la Comunidad de los
creyentes.
Concilio
de Trento: Decreto sobre el PO
Canon 1.- «Si alguno no confiesa que el
primer hombre Adán, al transgredir el mandamiento de Dios en el paraíso, perdió
inmediatamente la santidad y justicia en que había sido constituido, e incurrió
por la ofensa de esta prevaricación en el ira e indignación de Dios y, por
tanto, en la muerte con que Dios antes le había amenazado, y con la muerte en
el cautiverio bajo poder de aquel que
tiene el imperio de la muerte, Hb 12,14; es decir, el diablo, y toda la persona
de Adán por aquella ofensa de prevaricación fue mudada en peor según el cuerpo
y el alma: sea anatema, DS 1511».
Canon 2.- Pecado original originado: «Si
alguno afirma que la prevaricación de Adán le dañó a él solo y no a su
descendencia; que la santidad y justicia recibida de Dios, que él perdió, la
perdió para sí solo y no también para nosotros; o que, manchado él por el
pecado de desobediencia, sólo transmitió a todo el género humano la muerte y
las penas del cuerpo, pero no el pecado que es la muerte del alma: sea anatema,
pues contradice al Apóstol.., Rom 5,12».
Se
bautiza a los niños parece-únicamente para el perdón de los pecados, quedando
marginados los efectos caritológicos, positivos del sacramento, que son los
primordiales: la incorporación a la nueva Comunidad de salvación, el nuevo ser,
el nuevo nacimiento, la vida nueva, la iluminación, la nueva criatura que nace
por la fuerza del Espíritu Santo.
Julián de Eclana decía: el bautismo hace
mejores a los que ya nacían buenos.
Una teología que quiera ser científica
debe ejercer una continuada y rigurosa
labor crítica sobre sus propios principios. A los textos del Tridentino no se
les puede conceder una inmutabilidad,
sacralidad, intangibilidad igual y menos superior a la concedida a los
textos bíblicos. Los textos tridentinos hay que someterlos al mismo tratamiento
histórico-crítico, a las leyes de la hermenéutica de las culturas y de los géneros literarios que, tan exitosamente,
han sufrido los textos de la Escritura.
7.- LA DOCTRINA DEL
PECADO ORIGINAL ANTE LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA
1.-
Universal redención de Cristo y PO
La
argumentación que comentamos se resume en estas proposiciones:
a.-
Cristo es redentor universal de todos los seres humanos;
b.-
luego todos se encuentran en imposibilidad de salvarse, sin la gracia de
Cristo;
c.-
y ¿de qué necesitaría ser salvado el ser humano, si no tuviera pecado?;
d.-
luego todos, sin excepción, son pecadores;
e.-
no puede negarse que Cristo sea también salvador de los niños recién nacidos;
f.-
luego los niños, al nacer, tienen pecado del cual tienen necesidad de ser
redimidos;
g.-
y ¿qué otro pecado puede tener un recién nacido, sino el PO?;
h.-
luego todo niño tiene pecado original...
De
lo contrario, Cristo no sería salvador universal; también de los niños.
Nosotros,
por nuestra parte, desde idéntico punto de partida: la sobreabundancia de la
redención de Cristo, llegamos a la afirmación de la Gracia inicial incompatible
con la existencia de cualquier pecado en el momento primero de la vida de cada
individuo.
2.-
Desde la miseria humana al pecado original
La argumentación anterior, en sus varias
formulaciones, hunde sus raíces en las profundidades primeras de la psique
humana individual y colectiva. Desde que el 'homo sapiens' comenzó a sentir y
pensar su situación en el cosmos y en la historia, ya consideró su vivir como
miserable, dolorido, desgraciado: el malestar de la cultura es una experiencia
originaria y universal. Ante tanta miseria la reacción compartida por mitos,
filosofías, religiones ha sido ésta:
-Al principio no fue así: al principio
existió un paraíso original, evocado en multitud abigarrada de
representaciones. Pensemos en el mito de la "edad de oro", tan
cultivado p or la cultura grecorromana y por la nuestra.
-In illo tempore, en los prestigiosos y
divinos orígenes de la tribu, de la raza humana (sea en la esfera celeste o en
la tierra) tuvo lugar un evento, desgracia, infortunio, culpa/fallo voluntario
o involuntario, un 'pecado' que trajo la pérdida fatal de aquel estado primero
que no conocía tanta miseria. Por tanto, la miseria humana es resultado de una
"caída/fatal" ocurrida en los orígenes de las diversa tribus humanas.
Los mitos ancestrales proto-históricos de
las más diversas culturas, las filosofías antiguas y religiones de tipo
órfico-platónico; la religión judía y la cristiana han seguido similar esquema
narrativo, argumentativo, cada uno según la exigencia de su concepto de
dioses/Dios, del hombre y del puesto de éste en el cosmos. En todos ellos la
historia comienza bien, pero inmediatamente se torna historia maligna. Así,
pues, dentro de este argumento experiencial tenemos dos versiones
fundamentales:
-las formulaciones parateológicas de los
mitos y filosofías antiguas y modernas.
-la formulación creyente/teológica
iniciada, como se sabe, en el AT y continuada con vigor hasta hoy mismo.
¿Pero es verdad que la existencia de la
miseria humana demuestra la existencia del PO, originante/originado?
Agustín estaba absolutamente seguro del
valor demostrativo de su argumentación. Pero es claro que no lograba el
suficiente distanciamiento crítico para darse cuenta:
a).- de que trabajaba con la hipótesis de
la primitiva felicidad paradisíaca del primer hombre;
b).- compartía con los mitos y filosofías
platonizantes de su época la existencia del "antiguo pecado" que
habría arruinado a la humanidad;
c).- compartía la mentalidad tribal,
primitiva, implicada en el mito de la pena y en la ley del talión, a cuyo
impulso parece que quiere que obre el mismo Dios. Quien, no sería 'justo', si
no fuese castigador de la conducta del hombre y vindicador de su honor divino
ofendido también por el niño, puesto que éste estaba incluido en su voluntad
pecadora e incluso en sus razones seminales (in lumbis Adam).
Esta idea, si lo pensamos detenidamente es
totalmente incompatible con la idea cristiana del hombre imagen de Dios. Ya
Julián de Eclana le sugirió a Agustín que parece que va contra toda ética y que
implica una falta de respeto a la libertad humana, a la dignidad del hombre
-cada hombre individual- creado a imagen y semejanza de Dios, el afirmar, que
todo ser humano, antes de tener siquiera la posibilidad real de decidirse por
el bien o por el mal, antes de cualquier ejercicio consciente y personal de su
libertad, ya se encuentra en situación de PO.
Más tarde los textos teológicos que,
pretendidamente, lo fundaban, fueron despojados de su historicismo y
literalismo craso. Se buscaba un contenido simbólico de fondo que diese
viabilidad y aceptabilidad a las figuras del paraíso, de la caída originaria,
del sentimiento de culpabilidad, de la eterna pregunta por el origen de la
miseria humana. Si hay respuesta para esto habrá que buscarla en la profundidad
de cada individuo y de cada comunidad humana histórica, y no ir a mendigarla al
comportamiento aciago de los lejanos ancestros de la tribu humana original.
Tras
la aplicación a la Escritura de los métodos histórico-críticos se abandonó la
teología de Adán, pero no todos lo hicieron...
8.- LA GRACIA INICIAL DE
TODO HOMBRE AL ENTRAR EN LA EXISTENCIA
Todo hombre, al llegar a la existencia, se
encuentra en situación teologal de amistad y Gracia de Dios, incorporado a
Cristo, Sacramento universal de salvación.
Obviamente, el así agraciado pro Dios lo
es antes e independientemente de que pueda co-laborar, co-operar personalmente
en forma consciente y libre con la Gracia que en él actúa. Por tanto, la
gratuidad absoluta de la gracia tiene aquí una espléndida manifestación.
MARÍA.- Allá por el siglo XIII afirmar la
inmunidad del PO en María implicaba un atentado contra la dignidad del Salvador
y la universalidad de su acción redentora. Si María no tiene pecado, al menos
el original, no necesitaría de Redentor. Sería una criatura que no necesitaría
de la Gracia de Cristo para ser grata a Dios (Santo Tomás, San Buenaventura, lo
veían así).
A finales del siglo XIII y principio del
XIV el beato Juna Duns Escoto reconoce que la máxima dificultad de los teólogos
para aceptar la inmunidad del PO en María, su santificación en el primer
instante, era la excelencia del Salvador: sólo está sin pecado el que vino a
quitar los pecados de todos. Peligraría también la universalidad de su gracia
salvadora, la cual no tendría sentido si el beneficiado no se encuentra
previamente en pecado. Pretender que María no tuviese PO era intentar
presentarla como no necesitada de la gracia de Cristo. Ante esta solemne
argumentación, el Doctor Sutil realizó un ejercicio mental que los lógicos
llaman "retorcer el argumento", dando un giro copernicano a la discusión:
si admitimos, arguye, que la Madre del Señor fue santificada en el primer
instante, exenta del PO, no sólo no atentamos contra la universalidad y
eficacia de la Cruz de Cristo, sino que únicamente entonces reconoceremos a
Cristo como perfectísimo, sobreabundante, eminentísimo redentor (Rom 5,15-17).
Cristo redime a María con la más perfecta de las redenciones: la redención
preventiva, con gracia preveniente y elevante. María misma no sólo no aparece
como 'irredenta' no-necesitada del Salvador (como objetaban los maculistas, al
no tener PO), sino que ella es:
a).-
la eminentísima perfectísima redimida;
b).-
la máxima necesitada de redención;
c).-
la más obligada al amor agradecido hacia
Dios que la agració con tanta generosidad.
Esta argumentación de Escoto sólo tiene
validez y es concluyente si se piensa que la acción salvadora de Cristo es,
primordialmente, de signo positivo, caritológico, emprendida para dar vida y
darla en abundancia.
A partir de esto, también nosotros
retorcemos el argumento y proponemos: la universalidad y sobreabundancia de la
gracia de Cristo, lejos de exigir que todo hombre, al entrar en la vida, se
encuentre en situación teologal de pecado "original", lo que
realmente acontece es que se encuentra en situación teologal de gracia
santificante. Únicamente se aceptamos este hecho percibiremos la
sobreabundancia y universalidad de la salvación realizada por Cristo también a
favor del recién llegado al mundo. También nosotros, al ensalzar a Cristo,
preferimos excedernos antes que quedarnos cortos en la alabanza que se le debe,
si, por ignorancia, fuere inevitable caer en uno de los dos extremos.
No se comete ningún exceso al decir que la
sobreabundancia de la gracia de Cristo acoge y hace suyo a todo hombre cuando
llega al mundo. De haber exceso sería en favor de Cristo; y del hombre
re-creado por su gracia. El bautismo -que sólo algunos reciben- intensifica la
original incorporación a Cristo. Como la intensifica la recepción de la
Eucaristía y toda la vida cristiana posterior. Pero la vida del recién nacido
ya estaba radicad en Cristo desde el primer momento en que es hombre.
DESDE EL MISTERIO DE
MARÍA INMACULADA AL MISTERIO DEL HOMBRE REDIMIDO
Al proclamarse por el pueblo católico que
María, por los méritos de Cristo, está llena de gracia desde el primer instante
de su ser (no contrae el PO) se abre camino llano y seguro para afirmar: en
atención a los méritos de Cristo, todo hombre, al llegar a la existencia, se
encuentra en estado de Gracia y amistad con Dios, inmune a toda mancha de PO.
María fuente, medianera de las gracias,
inicio de la nueva Creación, de la Iglesia d los redimidos.- María es una mujer
de nuestra carne y sangre, consustancial, concorpórea y consanguínea de los
demás hijos de Adán. Incluida en una historia y economía de gracia idéntica a
la nuestra, pero María tiene una misión preferencial. Por ello se le dispensan
los dones del Espíritu en forma más perfecta/eminente/plena que a los demás,
que los reciben en forma menos perfecta, según la medida de Cristo. No podemos
pensar que los dones de la adopción de hijos, la inhabitación de la
Trinidad/Espíritu Santo, la deificación que tienen lugar en María, por ser más
eminentes y de singular perfección, no les sean concedidos, en absoluto, a los
demás redimidos.
K. Rahner.- Recuerda la grandeza del niño,
a quien Dios llama por el nombre que él mismo le ha impuesto: «el niño es un
ser humano siempre en diálogo con Dios, acogido por la Gracia generosa del
Padre. La salvación que Cristo trae a todo hombre ha captado para sí,
previamente, al naciente ser humano. La serpiente no ha entrado todavía en este
paraíso para realizar su tarea de seducción-tentación. Las fuerzas del Pecado
que operan en la historia ciertamente están presentes, operan en el exterior,
pero no han logrado todavía entrar en el alma del niño. El adversario, como
león rugiente, busca devorarlo, pero todavía no ha llegado su hora ni el poder
de las tinieblas. Por el contrario, si ponemos el pecado y la tragedia en el
inicio mismo de cada vida humana, pienso que es dejarse llevar por un infundado
pesimismo humano y religioso, por una fuerte obsesión de pecado, cuyos
antecedentes habría que buscar en la mentalidad encratita, gnóstica, maniquea
dominante en el ambiente religioso-cultural en que fue germinando la doctrina
del PO. Nunca en los textos del NT».
Sobre el limbo de los niños.- No sería
temerario decir que, al menos hasta fecha reciente, la mayoría de los seres
humanos ha pasado de este mundo al otro en "edad infantil", sin
llegar a lo que llamamos uso de razón. Es decir, no habrían logrado la
suficiente madurez psíquico-espiritual, aunque hubiesen logrado la fisiológica.
Los tradicionales defensores del PO a estos hombres los consideran excluidos
del reino de los cielos. Pero si pensamos que todo hombre entra en la vida en
Gracia, acogido al amor salvador de Dios, no necesitamos de ningún limbo, ni de
rebuscadas cavilaciones teológicas para dejar de ser crueles con la humanidad
infantil e irreverentes con su Creador, que negaría la felicidad eterna a los
niños que mueren sin bautismo, pero que no han cometido ningún pecado personal.
10.- RAÍZ PRIMERA DE LA
INCAPACIDAD SOTERIOLÓGICA DEL HOMBRE
Punto de partida de toda afirmación
teológica sobre el hombre: la llamada que ha recibido para participar en la
vida íntima de Dios-Trinidad. Sólo aquí encuentra el hombre la
"Salvación". Pero es obvio que esta "Salvación" es un bien
(un objetivo, si vale la expresión) absolutamente trascendente, infinitamente
alejado de las posibilidades humanas: sobrenatural, sobre-humano.
Admitimos, con la mejor teología católica,
que existe en el hombre un deseo natural, ontológico de la visión y amor
intuitivo de Dios. Pero, aunque es un deseo natural, ontológico de la visión y
amor intuitivo, se trata de un deseo de 'recibir', que no implica en absoluto
estar dotado de 'posibilidad', energía interna capaz de llegar a la vida
eterna. Ésta es un don gratuito, total donación libre y generosa de Dios.
Mirado en sí mismo y no obstante su deseo de Dios, el espíritu humano se
encuentra en absoluta imposibilidad óntica y operativa, en absoluta indignidad
e inmerecimiento moral para conseguir la Salvación. En otras palabras, mientras
el ser humano no desborde su condición creatural, finita, se encuentra en
absoluta impotencia de alcanzar la Salvación: la que la religión cristiana
ofrece; absolutamente necesitado de Salvador. En consecuencia,
independientemente y con anterioridad a que cada hombre llegue a encontrarse en
situación de pecado y, aunque, por hipótesis, no llegase a tal situación, ya estaba
en impotencia absoluta respecto a la Salvación. Por tanto y finalmente, no es
preciso hablar de una universal condición pecadora en el hombre para explicar
la necesidad que tiene de Salvador y la imposibilidad de conseguir su gracia
por sí mismo. No es lícito identificar impotencia soteriológica y necesidad de
Salvador con situación universal de pecado. Es una confusión de lamentables
consecuencias en soteriología, en la caritología y en la teología del PO.
Porque toda situación de pecado crea, sin duda, impotencia soteriológica; pero
esta impotencia soteriológica absoluta existe-ya allí donde no se ha incurrido
todavía en pecado.
La
Teología del Sobrenatural
La teología católica del sobrenatural hace
innecesaria, superficial la argumentación teológica que, desde san Agustín y
durante quince siglos, se ha propuesto para fundamentar la teoría del PO.
Recordemos
los datos más importantes y seguros que la teología del Sobrenatural nos
ofrece:
1.- Para una visión cristiana del hombre
es seguro que no existe más que un único fin supremo de su existencia: la
visión y el amor intuitivo de Dios que implica el compartir la vida íntima de
la Trinidad. En este convivir con Dios encuentra el hombre la realización
plenificante y beatificante de su ser; encuentra su "Salvación", en
sentido más denso y alto de la palabra. Esta "Salvación" es la que
tenemos presente en este momento.
2.- Por encontrar en la visión de Dios la
realización beatificante de su ser, hay que decir que tal visión/amor intuitivo
es lo más hondamente "natural" que al hombre puede acontecerle: es
rigurosamente "naturalísimo". Lo llamamos "sobrenatural"
porque es don absolutamente gratuito de parte de Dios. Sobrenatural se refiera
aquí al 'modo divino' de cumplirse el deseo 'natural': es cumplido en forma que
excede en absoluto el modo y posibilidades humanas de obrar.
3.- Por este motivo, hay que decir que el
hombre se encuentra en absoluta imposibilidad de conseguir su Salvación a la
cual, sin embargo, está destinado por Dios, como fin único. Y, por ende, en
absoluta necesidad de la gracia del Salvador.
4.- Por eso se comprende que la primera
función que la gracia de Cristo ejerce sobre el hombre es promocionar y cumplir
el deseo "natural/ontológico". Su gracia "trans-naturaliza"
al hombre, lo dota de un nuevo ser, lo hace nueva criatura según lenguaje de
san Pablo. Desde el ser 'natural' lo eleva al ser 'sobrenatural': lo
deifica/diviniza según fórmula de los Padres Griegos.
A través de esta exposición se ve claro
que el hombre no necesita llegar a encontrarse en situación de pecado para que
se encuentre ya con anterioridad en absoluta incapacidad para conseguir la
Salvación, y de hacer actos que positivamente conduzcan a ella. Esta
incapacidad se fundamenta en la sobreexcelencia infinita del Ser divino y en
estructura metafísica del espíritu humano, finito. Está allí la impotencia
antes de que tenga disposición inmediata para obrar el bien o el mal. Más aún,
incluso aunque el hombre llegue a obrar el bien a nivel de una ética meramente
civil, 'natural', todavía se encontraría en impotencia para conseguir la
Salvación. Porque la Salvación de la que habla la teología es pura donación
gratuita de Dios, de libérrima disposición divina: absolutamente sobre-humana.
Los defensores del PO, desde san Agustín a
presente, han sufrido una palmaria confusión argumentativa o prejuicio lógico
que es el siguiente: identificar impotencia soteriológica con 'situación
pecadora' del hombre a salvar. Veamos el proceso argumentativo:
1.- Hay que mantener, como dogma básico de
nuestra fe, la necesidad universal y absoluta de la gracia de Cristo: ¡no
desvirtuar la eficacia de la Cruz de Cristo!, era el lema y verdad
indiscutible.
2.- Esta necesidad del Salvador
presupone/exige que el hombre a salvar se encuentre en universal y absoluta
incapacidad para salvarse por sus propias energías.
3.- Pero no tenemos ningún motivo para
hablar de la universal incapacidad para salvarse -para obrar el bien que
conduce a la salvación-, si no admitimos que todo hombre, sin excepción,
incluso el recién nacido, se encuentra en situación de pecado. Que es lo que
implica la doctrina del PO.
Agustín, el creador y máximo usuario de
tal argumentación está marcado y, desde nuestra perspectiva actual, limitado
por el planteamiento que los pelagianos hacían de todo el problema. Si Agustín
no admitía el PO como creador de la situación pecadora de la humanidad, caía en
la tesis pelagiana de que la humanidad era portadora de una naturaleza sana,
inocente, íntegra al nacer. Y, por ende, dotada -por Dios, sin duda- de la
posibilidad de hacer el bien, todo el bien. Ante un hombre tan bien dotado y
suficiente para la tarea de la salvación, la acción del Salvador quedaba en
algo subsidiario, marginal, tangencial.
A la luz de lo dicho queda clara la
inconsistencia de la mentada argumentación. Pero leamos a Agustín desde
Agustín. Exponiendo la necesidad de Salvador, tal como la veían los católicos,
pelagianos y maniqueos -los interlocutores presentes en sus escrito- dice
Agustín:
- Los católicos dicen que la naturaleza
humana, creada buena por el Dios creador bueno, pero viciada por el pecado
necesita del médico, Cristo.
- Los maniqueos dicen que la naturaleza
humana, no fue creada buena y luego corrompida por el pecado, sino que desde la
eternidad el príncipe de las tinieblas, mezclando dos naturalezas
preexistentes, una buena y otra mala, produjo al hombre.
- Los pelagianos y celestinianos dicen: la
naturaleza humana fue creada buena por el buen Dios y en los niños recién
nacidos se encuentra tan sana, que no necesita en esa edad de la medicina de
Cristo.
Pero hay
otra cuarta opción. Los católicos, otros católicos a finales del siglo
XX pueden decir: - Dios creó buena,
íntegra, inocente y sana a la naturaleza humana y así la recibe cada hombre al
entrar en la existencia. Y, sin embargo, también en aquella edad necesita de la
gracia del Salvador para ser aceptable para la vida eterna. Y de hecho la
recibe en aquel primer instante de su vida; porque sin la gracia de Cristo se
encontraría en absoluta imposibilidad de ser grato y aceptable por Dios para la
vida eterna, que es el fin único de su vida.
(Cf. Alejandro
Villalmonte: "Cristianismo sin pecado original")
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